Nº3. Marzo 1998

 

El relato que para todos vosotros ha preparado el escritor cántabro Alejandro Gándara, continúa en su segundo capítulo de mano de una alumna del colegio Cisneros de Santander.
Pero El culebrón continúa, necesitamos que sigáis dandole cuerpo a la historia para que esta sea completa, colectiva y plural. Dejad volar vuestra imaginación y enviadnos vuestras ideas; de entre todas las colaboraciones que se reciban se escogerá una para proseguir el relato, pórque no la tuya.
Los relatos que no han resultado elegidos, pero que no por ello dejan de ser interesantes, también son publicados, y los enviados para el capítuolo uno puedes leerlos en
Otras Aportaciones.
No olvidéis tampoco que aquellos de vosotros que gustéis más de la imagen que de la palabra también tenéis la oportunidad de participar enviando ilustraciones que acompañen a cada capítulo de El Culebrón. Así que a leer y a dibujar. Para que El Culebrón nos salga redondo.

No volveremos a ver a Celina
Por ALEJANDRO GÁNDARA



Capítulo 1.

- No la encontraremos. Algo me dice que no volveremos a ver a Celina.
- Tranquilízate, Martín -contestó Quini sin mirarme- sólo hace día y medio que no sabemos nada. A ella le gustan estas cosas. ¿Qué tal tus padres?
Desde el faro, las aguas oscuras se extendían hasta una línea roja del horizonte. Las luces de la bahía parpadeaban como señales.
- Mi padre está muy callado. Mi madre va de un lado a otro, hace llamadas telefónicas y, a veces, se nos queda mirando como si nosotros supiéramos algo que no queremos decirle.
Nos habíamos parado. Mirábamos el paisaje. En realidad, no sabíamos dónde ir ahora. Iba a comenzar la segunda noche de búsqueda. Era cierto que a Celina le gustaba hacerse notar y que tenía recursos para ello. De lo más variados. Pero siempre lo hacía de forma que todos se daban cuenta de lo que estaba haciendo. De repente, pensé que estábamos mirando al mar como si hubiera una posibilidad de que Celina estuviera dentro. Di media vuelta y observé el camino que bajaba entre los árboles.
- Esta mañana pasé por la tienda al salir del instituto -dije sin pensar por qué me había puesto a contar eso-. Un hombre con una cara de tártaro estaba hablando con mi padre en uno de los mostradores. Había bastante gente y mucho ruido. Iba a acercarme, pero mi padre me hizo una señal. Entendí que el tártaro decía: "siempre hay que pagar". Después me dieron la mano. Debía ser un antiguo amigo de mi padre o alguien conocido de los viajes al extranjero.
- ¿Te pareció raro?
- No, qué va. No es por esto. No sé.

Capítulo 2.
Por : Naara Martínez Ruiz. 2º ESO C.P. Cisneros

- Últimamente hago cosas sin sentido,como Celina. Ella también hace cosas sin sentido.
- ¿A qué te refieres?
- Creo que está en el mar.
- ¿En el mar?
- Sí -respondí-. No sabía por que, pero tenía la extraña corazonada de que Celina estaba en el mar; allí, allí metida esperándonos, como si jugáramos al escondite.
- ¿Me quieres decir cómo es que Celina está en el mar?
- Ella es rara recuerda, sólo quiere hacerse notar. Es extraño, ¿Verdad?. Creo que Celina es una Sirena.
- ¿Qué? ¡¡Creo que estas diciendo cosas sin sentido, tranquilizate!!
-Vamos al mar, allí la encontraremos.
Quini me siguió, extrañado. Pero me siguió.
Cuando llegamos a la playa todo estaba sereno, bueno todo menos una cosa; en una roca había una misteriosa silueta...¡como de Sirena!
¡¡Era ella, era Celina!!
Sólo lo vi yo, Quini ni se enteró, y yo no dije nada, estaba seguro que era el secreto de Celina.
Empezó a anochecer y decidimos emprender el camino a casa. Cuando llevábamos media hora andando, Celina nos sorprendió en el camino, nos dijo:
-¡Vaya susto! ¿eh? Apuesto a que lleváis toda la tarde buscándome. Venga, vamos era broma.
Nos quedamos sin habla, pero seguimos andando.
Cuando llegamos nos despedimos, Celina me guiño un ojo y me dijo "sí" al oído.
Yo era el único que lo sabía: Celina era una Sirena...

Capítulo 3.

Por : Carmen Alquegui. 1º Bachillerato del IES José del Campo de Ampuero.

Esa noche no pude dormir.
Buscaba alguna razón lógica, algo que explicara porqué Celina me lo había ocultado a mí que, aparte de su hermano, soy su mayor confidente y amigo.

Celina no tenía demasiados amigos, ya que no había muchas personas que comprendiesen su manera de ser.

Por la mañana me levanté cansado, pero decidido a averiguarlo todo.
Creí que el momento más conveniente sería de camino al instituto.
Ese día no me senté con Quini, como solía hacer, y me puse junto a Celina.
No le extrañó mi conducta pues esa era una de las cualidades de mi hermana, saber lo que va a suceder antes de que suceda.
Sin que yo le preguntara nada, me contestó a lo que estaba pensando.
- Es una larga historia y te lo voy a contar todo. Te pido por favor que no se lo cuentes a nadie, ni siquiera a papá y a mamá.
- Esta bien - contesté, sin pensar demasiado en las consecuencias que después pudiera tener el guardar ese secreto.

Celina comenzó así una historia que desvelaba un gran secreto:

- Todo empezó el pasado verano. Yo solía ir algunas tardes a pasear por la playa, cuando el mar estaba en calma.
Me encantaba meter los pies en el agua y correr por la arena. Había días en los que simplemente me quedaba observando el mar o cómo se ocultaba el sol tras el horizonte.
Poco a poco me fui introduciendo más en el agua y ya no sólo en los días en los que el mar se encontraba en calma. A partir de esto empezaron a suceder cosas muy extrañas.


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