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Trabajos: Relatos Poemas
El caso es que se enteró mi padre del, para mí, justo castigo y me dejó encerrado en casa con la libertad de salir al balcón. El día 29 fue de extrema marginación, encerrado en mi cuarto sin consola, televisión, ni ningún tipo de aparato eléctrico, excepto el de los dientes, que según me ha contado mi primo te dan calambres cuando te besas con una pava con otro aparato, cosa que pienso probar con el consentimiento de Piluca, una de mi clase. El día 30 me dejaron salir al jardín a jugar con Woosh a la pelota, es el juego en el que creo que el perro se va a agotar antes de media hora, pero que al final me acaba dejando KO. Por lo demás fue un muermazo de día. El día 31 de diciembre me despertó mi madre a voz en grito a las 9 de la mañana, y es que salíamos de camino a casa de mis abuelos, que están en un pueblo lejísimos de mi casa. Con lo cual me tuve que fastidiar y vestirme, después bajé al balcón sigilosamente con el fin de llamar a mi amigo El mocoso para contarle el plan, pero nada mas empezar a hablar con él me sorprendió un seco, contundente y traicionero capón por detrás (de mi madre por supuesto) y me colgó el teléfono, dejándome así en vergüenza, y yo me pregunto: ¿No pudo haberme colgado el teléfono cuando estaba marcando, o es que lo hizo a propósito para dejarme en vergüenza? Tras este incidente me llevó casi a rastras hasta el coche y me
dio la vara durante el primer largo kilómetro sobre temas como la
inoportunidad o las prisas. El viaje parecía interminable, con el
perro sacando la cabeza por la ventanilla, que vaya manía por cierto,
y mis padres criticando a los vecinos por el tema de poner la música
alta y esas cosas, a la vez que yo preguntaba: Una vez allí aluciné con el montón de familiares que tengo y que no conocía, cosa que al principio me agradaba, pero que más tarde lamenté al recibir la típica "paliza cariñosa", ya sabes... Allí conocí a Pablo un primo segundo, gordo, con el pelo de punta, unas gafas gigantes y un parche en el ojo, porque dice que tiene un ojo algo gandul, o algo así. Al llegar nos sentamos toda la peña en una inmensa mesa, con la televisión en un extremo, como si fuera una figura divina, y se sirvió la cena, con su pavo, su sopa, sus langostinos... manjares de los cuales yo no pude disfrutar gracias a las desagradables historias que me contaba mi querido primo sobre vomitadas...etc, al contrario que él, que se puso como un cerdo, especialmente de las patatas del pollo, de lo que se quejaba mi abuelo: "¡Deja para los demás, golitrón!". A eso de las doce menos diez alguien me obsequió con un platito lleno de uvas, en la televisión salía un señor trajeado con un reloj detrás y el ambiente en la casa se empezaba a cargar por momentos. Cuando faltaban dos minutos para las famosas campanadas me llamó la madre naturaleza, tú ya me entiendes, y me dirigí a la carrera al cuarto de baño, al volver ya habían empezado las campanadas y misteriosamente al sentarme se apagó la televisión. Esto llevó a la desesperación de toda la familia, que buscaba el mando a distancia como posesos, hasta que descubrí para mi desgracia que estaba sobre mi silla y al decir: "¡Lo encontré!" se abalanzaron sobre mí y me lo arrebataron. Al descubrir que ya estábamos en el siglo XXI y no vivieron el cambio, recibí una mezcla entre bronca y abucheo por parte de todos. Al regresar a casa, inmediatamente, mi madre me dio la vara de turno sobre la vergüenza que pasó y tal y tal. Seguro que ya sabes que me castigaron de nuevo, pero durante mi castigo pensé en vengarme de Pablo. Se va a enterar el año que viene... Tuve que hacer los deberes que me mandó El Barbas (mi profesor), como siempre a la fuerza, y me llevó hacerlos cuatro días, es decir, cuatro días encerrado en casa, con los ojos como platos y con la pelma de mi madre para atrás y para adelante con los deberes detrás de mí, que huía esquivo como un gato por la casa. Cuando por fin terminé la condena, es decir, los deberes, ya era el día cinco de enero, ¡la cabalgata de los Reyes Magos de Oriente! algo emocionante para mí, porque podré ver a esos tipos generosos con ropas extrañas que hacen cosas increíbles. Y entonces todos los niños preguntamos: ¿Cómo reparten todos los regalos en una sola noche?. ¿Cómo aguantan tantos kilómetros los camellos a esa velocidad?, y la respuesta no es siempre porque les ayudan los de Seur o por que en vez de camellos son motos, sino que es porque son magos, así de sencillo. Pero como ves he podido sacar mis propias deducciones made in toño. Aquella tarde del 5 de enero fui con mi madre a la cabalgata, pero mi padre se quedó en casa y se lo perdió, que se fastidie por amargado. Fue espectacular el lucerío y envergadura de las carrozas, pero la que más me llamó la atención fue la de Baltasar, quizá por que sea mi rey favorito. Después, en la plaza mayor, una gran masa de niños rodeaba a los reyes magos, que hablaban con ellos, uno a uno, sobre lo que iban a pedirse, discutiendo lo que se van a pedir para no tener que cargar con mucho, supongo. Me coloqué al final de una larguísima cola, pero que gracias a mi gran astucia y a mi mayor jeta conseguí colarme hasta la décima plaza más o menos, pero no pude llegar más lejos gracias al gordo pecoso que tenía delante que me empujaba para atrás. Al final, cuando me llegó el turno, me senté en las rodillas del rey Baltasar y la conversación fue así, no tiene desperdicio: -¿Qué te vas a pedir para estas navidades? Y le di un beso fortísimo en la mejilla lo que me hizo descubrir
que en realidad no es tan negro, sino que tiene la cara oscura porque es
el pringao de turno que se mete por las chimeneas, y claro, se llena
la cara de hollín, lo debe de hacer él por ser el nuevo milenio
o algo así, porque después de 2000 años... Llegué a casa y cené rápidamente para dormir, porque mi madre me dijo que si no dormía se irían los reyes y no me traerían nada. Pero con los nervios no podía dormir y a eso de las dos de la mañana me empezó a llamar la madre naturaleza, pero a gritos, y no quería bajar al baño, porque si me pillan los reyes levantado se piran y luego imagínate el disgusto. No pude aguantar más de una hora, y decidí arriesgarme y vencido por la inoportuna necesidad decidí bajar al baño. Cuando pasé por el salón me encontré a mi madre con los regalos enfrente del árbol de navidad, seguro que curioseando, como siempre, y por primera vez en mi vida le monté yo a ella el pollo, le eché una bronca tan larga que ni las del Fidel Castro, pero ella, que tiene respuestas para todo, me respondió con otra por andar levantado a esas horas, ni aunque fuera por una causa tan justificada como esa. Fui al baño y luego subí al sprint a la habitación donde dormí como un oso invernando. Cuando desperté eran las 8:30 de la mañana y yo, madrugador para lo que me conviene, bajé volando a ver los regalos, que esta vez me trajo Baltasar como le pedí, excepto que me trajo la camiseta del Valladolid en lugar de la del Madrid, que seguro que le convenció mi padre cuando llegaron, pero por lo demás fue el día mas feliz de mis vacaciones.
Buscando un planeta David nos propone un desconcertante viaje al futuro, al año 2070, donde los supervivientes de los desastres de la Tierra deben buscar vida en otros planetas. La capa de ozono, las pruebas nucleares, el desarrollo incontrolado del genoma humano y los virus acabarán con la permanencia del hombre en el planeta Tierra. Año 2070. Casi todo está destruido. Las pruebas nucleares crearon un extraño virus. El desgaste de la Capa de Ozono ha llegado a unos límites insospechables. La desertización del planeta se ha extendido. Todos estos problemas han llegado hasta aquí, una pequeña ciudad como Santander. Los edificios se caen a pedazos y hay cadáveres por todas partes. Se oyen disparos y gritos. La ley Marcial se ha puesto en vigor, puesto que nadie quería combatir contra esos humanos controlados por el virus C-732O. Las personas que se contagian son prácticamente inmunes. No se puede estar en ninguna parte que no sea una trinchera Los científicos están preparando una o varias naves para enviarnos a un planeta sin peligros. O por lo menos eso se rumorea. Yo estoy en una de esas trincheras, con el arme de un soldado muerto. Mi familia (o lo que queda de ella) está conmigo. No sé cuánto aguantaremos. Por mucho que insista a mi madre de que debemos ir a buscar ayuda, ella no quiere moverse de aquí. Esto os parecerá increíble pero ahora la gente vive unos 200 años. La utílización del genoma humano fue espantosa y los científicos hicieron cambiar a todas las personas de una forma u otra (a mí me creció una placa ósea en el cuello). Un momento después un gran estruendo nos asustó. Era un coche. Mi hermana se puso a arreglarlo al instante. A1 cabe de un rato el coche estuvo arreglado. Nos subimos y el automóvil empezó a elevarse tras pulsar el botón rojo. Introduje las coordenadas y comenzamos el viaje hacia la zona de lanzamiento que está a unos 300 metros por debajo del nivel del negro mar. Este fenómeno sucedió al romperse la tubería submarina principal transportadora de petróleo. En unos minutos estábamos en la lanzadera, dentro de la nave que nos sacaría de allí .Teníamos combustible suficiente para unos 4 años. Aún quedaban 3 planetas posibles de habitar inexplorados. Sólo habían llegado 43 personas y no podíamos esperar más. Así que se inicié la cuenta atrás. Diez, nueve, ocho, siete... cero. El generador se pone en marcha y la nave comienza a elevarse. Ya ha pasado un año y no hemos llegado a ningún planeta. Han fallecido ocho personas por una enfermedad. Por suerte los científicos que están a bordo crearon un antídoto rápidamente. Por lo demás no ha habido problemas. Al cabo de un rato el interfono-auricular (es un microchip inyectado en el oído medio que sólo puede oir el dueño) sonó en todos los pasajeros. El auricular informó de que nos aproximábamos al primer planeta habitable. Pero una gran decepción se extendió por la nave cuando fuimos informados de que al planeta le envuelve una barrera de polvo estelar inexpugnable. Así que teníamos que ir en busca del segundo planeta. Medio año después y ya hemos encontrado el nuevo mundo. De momento hemos aterrizado sin problemas y doce personas estamos explorando. El planeta es del tamaño aproximado de lo que era la Luna (gran parte de ésta estalló por el impacto de un meteorito). No hay ninguna estrella por aquí, pero al parecer el planeta tiene temperatura propia y es la misma que la de la Tierra, más o menos. No se puede respirar sin filtros (que son unos parches que se ponen en la boca o la nariz para que el gas que se respira se transforme en oxígeno). Aunque supongo que nos acostumbraremos. No hay señales de vida, Pero algo se mueve. Y muy deprisa. viene hacia nosotros. Cuando está lo suficientemente cerca vemos una especie de monstruo gaseoso. Nadie se podía mover. De repente unas palabras sonaron en mi cabeza. Era telepatía El alienígena me había hablado. Entonces todo se volvió negro para mí. No veía nada. Pero esas palabras seguían repitiéndose una y otra vez dentro de mí. El alien me dijo Os aceptamos . Unos días después me desperté. Estaba tirado en
el suelo. Entonces ví a todos los pasajeros de la nave, estaban con
esos seres comunicándose con ellos. Unos minutos más tarde
me enteré de que habíamos empezado a convivir con los alienígenas.
Los humanos me enseñaron dónde se dormía: eran unos
capullos gigantes como los de las orugas. También me dijeron que
no hay ni comida ni bebida, que los extraterrestres se encargan de alimentarnos
no se sabe cómo pero es cierto, Ya no puedo contaros más. Voy a meter la carta en el sistema transportador. Espero que caiga en buenas manos. Si el que lo lea piensa que es una broma, no es así. Esto es lo que os espera, habitantes de la Tierra.
Mi padre es alegriólogo, donde él está siempre hay alegría, buen humor y optimismo. Hombres como mi padre hay pocos, pero sirven para mucho. Su trabajo es sencillo, ir a un lugar y sonreír. En casa a veces me duelen los labios de tanto reír, pero es bueno. Mi madre a veces se enfada porque él es incapaz de castigarme o reñirme cuando hago algo malo, "aunque eso es pocas veces", ella siempre es la mala de la película. ¡Me encanta mi padre! Va mucho a hospitales, de niños sobretodo. Cuando va a hospitales de niños, me gusta ir, sólo por verles sonreír. Mi madre es esperanzóloga, con sólo mirar a la gente
a los ojos las devuelve la esperanza. Mi madre va a la cárcel dos
veces por semana para devolverles la esperanza a los presos de que podrán
salir de allí algún día. También va a hospitales,
como mi padre, y de vez en cuando yo les acompaño.
Al pasar por la calle, Álvaro vio a su contrincante de la final, Juan, el cual ya vaticinaba su victoria burlándose. Álvaro, preocupado, pidió consejo a su amiga, que le respondió con este pequeño cuento: Un día soleado, iba un perro paseando por la orilla de un río que había por aquella comarca. El perro llevaba un hueso, bastante grande y muy brillante. El se sentía muy orgulloso con aquel hueso descomunal. Ya volvía hacia su casa por un pequeño puente, chiquitito y muy antiguo, como demostraba su aspecto quebradizo, cuando miró un momento hacia atrás y vio otro perro, con aspecto cansino y muy achacado, que llevaba otro hueso mucho más grande y reluciente, y pensó que si le daba un aullido, bastante fuerte, podría asustarlo, quedándose él los dos huesos, ¡que gran festín se daría!. Pero no sabía que sus planes acabarían de un modo distinto al dispuesto, porque al ladrar se le cayó el hueso, haciendo que se cayera por un agujero. Pero la caída del hueso le impidió ladrar bien, haciendo que el perro pequeño huyera y él se quedara con ningún hueso. Álvaro hizo caso de este consejo y estuvo esperando los errores de Juan, y terminó ganando.
Doctor.- Hola, señora María. D.-¿Qué le ha ocurrido esta vez? D.-Señora, modestia aparte, pero estudio esta profesión
para dar remedios D.-Déjeme pensar... D.-¡Señora! no me presione que todo lleva su tiempo.
Le recomiendo que se tome dos terrones de azúcar y una onza de chocolate
con la yema de un huevo. D.-Sí, un poco, pero en uno o dos días no podrá hablar, pero después no volverá a hacer ningún ruido extraño. Silenciología: Ciencia que estudia el silencio. Sirve para ayudar a las personas que dicen muchas tonterías o no saben lo que dicen y hacen ruidos extraños
Hace mucho tiempo había una casa en una montaña donde a veces se quedaba la gente cuando iba de excursión, hasta que un día un señor muy rico la compró. El señor se llamaba Jony Crufas y su mujer Gisela tenían dos hijos que tenían 14 años el mayor y el pequeño 12 años. El señor Jony decidió comprarla porque le gustaba mucho la forma y donde estaba situada. A la casa le hacían falta unos arreglos. Entonces empezó a arreglar, llamó a un cristalero, a un arreglador de tejados, a un fontanero y a uno para arreglar los suelos. Después de unos días llamó a un pintor. El señor Jony decidió pintarla de color verde con unos dibujos con árboles y animales. Cuando terminó el pintor, Jony pagó a todos y le costó 4.000.000 millones de pesetas, pero a Jony le daba igual porque era rico. Jony al día siguiente trajo los muebles y todo, pero algunos muebles y estatuas de la casa se las quedó porque les gustaban mucho. Las estatuas eran de Drácula, Frankestein, una mano, el hombre lobo y un perro rabioso. Al día siguiente, Jony se levantó feliz y alegre por haber comprado esa casa y sus hijos cuando se levantaron le dijeron al padre que la estatua del hombre lobo se le había quitado el pelo, y el padre fue a mirarlo y era verdad, pero Jony le dijo a sus hijos que la estatua tendría un sistema. Cuando se levantó la mujer fue a desayunar, tenían una sirvienta que se llamaba Laura y entonces hizo el desayuno. Los críos cuando terminaron les llevo Jony al colegio en su Ferrari F-40 y después de dejarles se fue a trabajar. Después de cinco horas Jony volvió a recoger a sus hijos y se fueron para casa. Cuando llegaron a casa la mujer de Jony le dijo que la figura de Drácula había recobrado vida y le había mordido en el cuello y cuando Jony la miró era verdad. Jony fue al cuarto y la miró y, cuando la iba a comprobar, la figura del perro rabioso le mordió y luego mordió a su familia, les pegó la rabia y cascaron el huevo todos.
La plaza Baldomero Iglesias, también conocida por los niños como la Plaza Roja, es la indicada para llevar a los chiquillos a jugar. Es una plaza muy espaciosa. A su alrededor hay muchas terrazas en las que puedes tomar el sol tranquilamente, tomando un refresco, café o aperitivo. En la parte de arriba, en la zona más cercana a la Zona de Vinos, hay una hilera de grifos. En ellos los niños juegan todas las tardes a llenar sus globos de agua. Cuando es la hora de salida de misa toda la algarabía y gritos de los niños, que había minutos antes, se convierten en quejas, llantos y gritos enfadados de los abuelos quejándose de que la plaza es para tomar el sol y relajarse, no para jugar a lo bestia. A las nueve de la noche, más o menos, la plaza está desierta, sin niños. No se hace uno a la idea de que solamente una hora antes haya sido escenario de alegría, juegos y juventud.
La felicidad se la lleva el viento Un señor muy serio iba todas las mañanas al trabajo con un sombrero. Éste estaba harto de ser un sombrero en la cabeza de un viejo aburrido y a la primera ráfaga de viento que sintió, se echó a volar. Fue a parar a una avenida donde no hacía más que pasar gente. Le pisaron una y mil veces y como ese sitio no le gustó, a la primera ráfaga de viento que sintió se echó a volar. Cuando dejó de hacerlo había caído en la periferia, en una chabola de ladrones. Cuando uno de los inquilinos le vió decidió que lo iba a utilizar como instrumento para taparse la cara en sus atracos. El sombrero pasó ahí todo el verano, pues durante todo ese periodo de tiempo no hizo nada de viento, pero en cuanto llegó el otoño, a la primera ráfaga de viento que sintió se echó a volar. Al poco tiempo cayó en un tranquilo y agradable jardín. Jugando allí había dos niños traviesos, que al verlo, lo cogieron y decidieron que serviría como un original y bonito tiesto. Ahora, el sombrero sí que estaba contento, iba a servir como casa a una planta y para alegrar a unos niños. De repente, una ráfaga de viento sopló con fuerza. El sombrero se quedó inmóvil. El viento, su mejor aliado hasta ese momento, le estaba alejando a una gran velocidad del único sitio donde él sabía que iba a ser feliz.
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