Nº25. Mayo. 2001.

 


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Trabajo:

Sacrificados

 

 

 

 

 


Sacrificados
Por Javier Gómez, alumno de 2º de BUP del Instituto José María Pereda.

En este texto, un alumno del Instituto José María Pereda realiza un comentario irónico a un dibujo original del profesor de inglés del instituto John Zameza.

 


Sacrificados

por John Zameza

Seremos vagos pero no tanto, lo que ocurre es que las cosas necesitan ser ubicadas en un adecuado contexto, que haga justicia en el concepto estudiantil que la imagen representa, lo aclare y lo haga comprensible. Que sí, que es así, pero también es verdad que es hasta cierto punto comprensible, las circunstancias nos abocan a estos extremos, somos víctimas de un horario, inocentes jóvenes que intentan llevar un alto ritmo de vida que resulta imposible mantener.

¿Qué ser humano en plenitud de sus facultades físicas, es capaz de aguantar seis horas de jornada escolar? Ninguno. Bastante hacemos ya con estar de cuerpo presente, no se puede castigar tanto a nuestras variables hormonas. Sé que está feo que yo lo diga, pero estamos en una edad muy mala, no tanto yo o mis compañeros de pupitre, que algunos ya tenemos edad de ir a la mili, pero nadie se ha parado a pensar en esos pobres niños de la ESO todavía tan jóvenes y lozanos.

 

Madrugones

Para comprender esta estampa, y solidarizarse con ella únicamente es necesario vivir a nuestro ritmo, ponerse en nuestro desgraciado papel. Nosotros madrugamos una barbaridad, casi no nos merece la pena acostarnos, para que después de las (como mínimo para ser persona) ocho horas de sueño, algunos, los más meticulosos y seguramente activos nos duchamos. No crean que nuestro día acaba ahí, después de esta maratoniana prueba, y sin dejar que el abatimiento se refleje en nuestros rostros, vamos ¡andando! al instituto, pero no contentos con esto nos hacen entrar en clase, y no es entrar, verla y volver a la cama, no, allí nos quedamos hasta las dos y cuarto, una auténtica bestialidad, propia sin duda de otras épocas.

En esta enumeración de despropósitos no pueden faltar la carga que supone una mochila para una espalda que aún está en plena desarrollo, ni el escaso descanso con sólo dos recreos que vienen a sumar juntos unos tres minutos.

A esta tortura propia de la ciencia-ficción, hay que añadir durante los tres primeros años de instituto, la temida clase de gimnasia. En la que incluso te obligan a moverte rápido y a coger toda clase de objetos para hacer deporte, sin duda uno de los mayores sacrificios que se han inventado. Yo he llegado a ver en transcurso de estas clases a gente sudando, y no de calor, los desgraciados ¡sudaban de cansancio!, verlo para creerlo. Menos mal que en el último año de bachillerato, y seguramente teniendo en cuenta nuestra edad, no nos obligan a ponernos el chándal y a sufrir en el pabellón.

Pero lo que más me duele y hace que se me salten las lágrimas, es la clase de tecnología, que dicho así no parece tan terrible, pero esperen. Entre las paredes de ese aula, los alumnos, todavía felices y pecosos, se ven abocados a trabajar con herramientas ideadas por el mismo Diablo. Llevando a cabo tareas que no tendrán que volver a perpetrar hasta que se emancipen, a eso de los cuarenta. ¿Pero quién fue el genio que ideó este sistema educativo?, ¿A quién pertenece tan prodigiosa cabeza? ¡Qué no somos japoneses! Aquí el trabajo es una opción, no un placer. Si ahora uno tiene que aprender divirtiéndose, que eliminen todo vestigio de sacrificio, con contradicciones de este tipo no vamos a ningún lado.

Así que no me vengan ustedes con que esta imagen es inadmisible, no es nuestra culpa que el mayor esfuerzo de nuestras vidas ha sido memorizarnos las comunidades de España o leernos un tebeo del Quijote para luego hacer un trabajo. Esta ilustración, es un fiel reflejo de los que nacimos durante la Movida, que sacada de contexto puede parecer desconsolante, pero que después de esta aclaración es más que comprensible.

Luego no somos vagos, somos inocentes, ignorantes, conformistas y carecemos de afán de superación, pero nos lo hemos pasado tan bien aprendiendo al 10% durante todos estos años, que estas pequeñeces se pueden perdonar.

*Dedicado a todos aquellos que se han sentido identificados con el texto, aunque a buen seguro no habrán llegado hasta este punto.