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Trabajos: Relatos
Se encaminaron a los Montes del Miedo, abandonando el bosque. Pronto las criaturas fantásticas desaparecieron de su vista, en su lugar la mañana se estaba oscureciendo y apareció una penumbra que inundaba el valle, una penumbra que ahorcaba al sol. -A, A, Alison -tartamudeó Tom- ¿No estamos
ya? El paisaje era... ¿Cómo describirlo? Dos montes donde se perdía la vista, un paisaje desolador, con falta de vida, ni un árbol, ni una flor...ni un alma. -¡Cuidado! -Anunció Alison- ¡Al suelo!. Una bandada de murciélagos rabiosos los atacó, los chicos se alejaron corriendo de los murciélagos, pero estos persistían en atacarlos volando por encima de sus cabezas. Ellos se refugiaron en una cueva y golpeando piedra contra piedra, lograron encender un fueguecito muy acogedor. Alison y Tom se encontraban cansados, hambrientos y asustados. En ese momento deseaban no haber emprendido nunca el viaje a los Montes del Miedo, es más, hasta se arrepentían de haber iniciado el viaje a Ecuador. Alison se sentía más culpable por haberse encaprichado en el viaje y haber metido a Tom en el rollo. -Tom- dijo Alison. En ese momento se abrazaron y pasó corriendo por debajo de ellos
un ratón. -Propongo que busquemos el verdadero tesoro, puesto que no podemos
dormir, es lo correcto- corroboró Alison. Tom cogió dos palos, los puso en el fuego y, en silencio,
le entregó uno a Alison. Ya era muy avanzada la mañana, pero en los Montes del Miedo, casi no se notaba nada. Llegaron al medio, la bajada era rápida. No tenían ni pico ni pala, pero se pusieron a escarbar con las manos. Por fin encontraron un cofre en una cavidad muy honda. Llenos de entusiasmo y de alegría cavaron cada vez más rápido, pero entonces... -¿Cómo osáis intentar conseguir mi tesoro?-
dijo una voz tenebrosa. -Tom, toma este trozo de piedra, creo que es mágica. En
efecto, así era, al juntar las dos piedras mágicas emitieron
un brillo, entonces ese brillo se convirtió en una potente luz, esa
luz salió disparada hacia cada monstruo, y esas criaturas comenzaron
a dar gritos de dolor y se convirtieron en cenizas. -Te cedo el honor -dijo Alison. Todo estaba listo, sus dedos inquietos levantaron la tapa y entonces... Las criaturas de los sueños reales se fueron siguiendo la luz. Alison y Tom se abrazaron y estuvieron así por lo menos un cuarto de hora. -Oye Alison, tenían razón ¿Qué te parece
si...? En un abrir y cerrar de ojos se encontraron en el interior de una iglesia,
entonces se escuchó: -Y que llegaron tarde a su propio funeral -sonrió Tom. Todo el mundo miró hacia atrás, Alison y Tom estaban en el pasillo de la iglesia. Los padres se abalanzaron sobre sus hijos y luego les preguntaron: -¿Cómo pudísteis sobrevivir? Así fue como Alison y Tom descubrieron que el tesoro más importante de esta vida es la amistad.
El día 24 de diciembre estaba yo sentado en la cama jugando a la consola a eso de las 8 de la tarde, cuando esa molesta e impertinente voz (mi madre) gritó: -¡Antonio, baja ahora mismo! Y claro, tuve que parar la partida y bajar. Cuando llegue al salón me lo encontré lleno de familiares con corbata y mujeres con peinados extraños, y a mi madre con el vestido de los domingos y diciendo con cara de sorpresa y estupefacción: -Mira aquí están... ¡pero niño, sube a cambiarte esa ropa, marrano! ¿no ves que hoy es Nochebuena? Y todo el salón soltó una estruendosa carcajada a la vez que mi madre señalaba mi habitación con el dedo índice. Pero yo no le vi la gracia hasta que me fijé, ya en mi habitación, en el chándal lleno de lamparones y pegotes de cola-cao. En fin, que baja con el dichoso traje de los domingos con su ridícula pajarita incluida, y me dirigí a la cocina dispuesto a recibir una especie de manteo, (es un juego en el que una serie de personas golpean a otra en corrillo), sólo que en este manteo recibía carantoñas, besos, achuchones, tirones de orejas... y todo ese tipo de cosas desagradables que nos hacen a los niños. Y aquí viene lo gordo. Y es que hice migas rápidamente con el tío Gerardo, que me reía todas las gracias y paridas que le contaba. En uno de esos intentos de arrancarle una carcajada y sentirme aún más protagonista (cosa que no puedo evitar) cogí un trozo de pavo que tenia pellejo suelto y me dedique a darle vueltas mientras que cantaba la canción del barquito, y en un fallo técnico el trozo de pellejo salió disparado y fue a caer en el escote de la tía Rosa (la gorda de la familia), y mi padre, que estaba muy nervioso, fue lamentablemente a buscarlo. En fin, que no terminé de cenar porque me pasé el resto de la noche en el garaje comiendo las galletas de Woosh (mi perro), hasta que me vino a buscar mi madre, con su correspondiente charla. Me castigaron tres días encerrado en el garaje, como un presidiario, y me soltaron el día 28, grave error, pues es el día de los Santos Inocentes, es decir, cuando se produce una masiva y descontrolada serie de inocentadas provocadas por todo ser no amargado o animal. En esos tres días lo había preparado todo, pues era consciente de la fecha de uno de mis días favoritos del año. En el garaje había todo tipo de herramientas y construí un tirachinas especial para huevos, había preparado cuatro bombas de agua fuerte y una especie de brebaje mal oliente (no apto para enfermos del estómago) a base de bombas fétidas y huevos fermentados metidos en un frasco. (Está claro que lo de pegar muñequitos en la espalda es para aficionados). Armado hasta los dientes salí de casa con una mochila, y acudí al parque, donde me esperaban mis amigos: el tracas, el cabezón y el mocoso que traían bolsas de globos de agua (cutres). Ese día lo use todo: eché el extraño líquido en la pastelería del barrio, tiré con huevos a todo aquello que se movía y reventé las bombas de aguafuerte en el supermercado. Cuando llegué a casa satisfecho de mis heroicas acciones, mi madre me tenia preparado un largo mitin y una escoba. Estaba claro que los vecinos se habían chivado, era una conspiración contra mí.....
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