Nº14. Noviembre-Diciembre. 1999

 

Nada mejor que el cambio de Milenio para conocer mejor el planeta en el que nos ha tocado vivir. Mientras que los científicos se ponen de acuerdo sobre si hay vida más allá, mejor dedicarnos a la nuestra. En esta sección, durante un mes tendrá el protagonismo un país del mundo. ¿Cómo viven sus gentes? ¿Cuál es su historia? ¿Conoces sus costumbres? ¿Qué tipo de gobierno tiene? Cuéntanos lo que sepas.

El país del mes:Portugal

El arte portugués. del Románico al Barroco

 

 

 

 

 

 

 

El arte portugués: del Románico al Barroco
Por el equipo de InterAulas del CP Santiago Galas de Ruiloba.

Los alumnos de este centro cántabro han enviado un artículo sobre el desarrollo del Románico en Portugal. Indicado para los amigos del arte.

El Románico se introduce en Portugal a través del camino de Santiago, lo que explica sus marcadas influencias españolas y francesas.

Son representativas la de Sé Velha de Coimbra, de la segunda mitad del siglo XVII, atribuida al maestro Roberto originario de la Auvernia; y la de Braga, que acusa la influencia de la catedral compostelana. Las de Lisboa y Évora conservan restos románicos.

Así mismo son numerosas las iglesias rurales de pequeñas dimensiones, como la de Sao Gens en Boelhe, sobresaliendo, ya en el tránsito hacia el Gótico, el monasterio de los templarios de Tomar, en planta octogonal con deambulatorio, deudor del modelo de Santo sepulcro y conectado con el ejemplo castellano de la Vera Cruz de Segovia.

La arquitectura civil esta representada por el castillo de Guimaraes y el de Almourol en Tancos.
En la transición al gótico sobresale el monasterio de Alocaba (siglo XII), fiel al reflejo de las abadías cistercienses de Pontigny.
Su claustro, del siglo XIV, recuerda el de Santes Creus y se convirtió en modelo del los de las catedrales de Lisboa y Évora. Cabe destacar la sala capitular, aún románica, y su gran refectorio.

Ya a fines del siglo XIV encontramos una vez las obras más importantes del arte portugués: el monasterio de Batalla, construido para conmemorar la victoria de Aljubarrota. Considerado monumento nacional, su planta es del tipo cisterciense de tres naves, con una cuarta de crucero, de la que salen tres capillas. Su fachada denota la influencia inglesa, explicable por las estrechas relaciones existentes entre ambos países. Dirigieron las obras del templo Alfonso Domíngues y más tarde el maestro Ouguete, al parecer inglés.

Sin embargo, el estilo que menos alteraciones ofrece es el llamado "manuelino" y que recibe su nombre de Manuel I El Afortunado, durante cuyo reinado se desarrolló.

Su característica más acusada es el excesivo decorativismo, con la inclusión de temas marítimos, como la cuerda con la arandela de la red, las velas hinchadas por el viento, a los que añade que la esfera armilar, el emblema real y la cruz de la orden de Cristo. La culminación de los monumentos manuelinos está representada por el monasterio de los Jerónimos de Belém, cuya traza se debe al francés Boytac y su continuación ya renacentista a Joao do Castilho. También en esta misma época se continúan las obras en el monasterio de Batalha, donde trabajan Mateus Fernades y el citado Boytac, autor del claustro y de la traza de la iglesia de Jesus de Setúbal.

Pero quizá la actividad más original del periodo manuelino la encontramos en la fantasía ornamental de los hermanos Diogo y Francisco de Arruda. El primero es autor de la nave manuelina del convento de Tomar, mientras que el segundo construyó la torre de Belém.

La arquitectura civil exhibe sus mejores templos de los castillos de Beja y Leiría, en el palacio episcopal de Braga y en el palacio de los duques de Guimaraes.

En el campo de la escultura son importantes los sepulcros de Pedro I de Portugal y doña Inés de Castro, que se encuentran en el monasterio de Alocaba, considerados obras maestras del Gótico escultórico el siglo XIV así como los trabajos de Braga y Évora y el gran taller escultórico de Coimbra, en el que destaca el sepulcro de la reina santa Isabel del monasterio de Santa Clara de Coimbra.

Cierra este período la plástica pictórica con uno de los artistas más celebrados en todo el arte portugués. Nos referimos a Nuño Gonçalves, pintor del rey ya en 1473 se vincula al arte flamenco de Van Eyck. Su sentido naturalista retratístico huye de los convencionalismos, dota a su obra de un tono grave que contribuye al tono heroico de sus personajes en la que es considerada su obra maestra: el políptico de San Vicente, (Lisboa, museo de arte antiguo).

Por la amplitud del tratamiento y la libertad de factura absolutamente sin parar en los albores de la Edad Moderna su obra desborda el marco del arte medieval. A él se le atribuye los cartones y en los hermosos tapices flamencos de la conquista de Arcila, conservados en Pastrana (Ciudad Real). En la miniatura destaca O Comentario do Apocalipse de Lorvao (1189), el Cancionero de Ajuda (siglos XIII y XIV) así como el Testamentum Vetus de la biblioteca municipal de Oporto.
La arquitectura portuguesa del barroco es comedida en lo estructural aunque excesiva en lo ornamental, como se evidencia en sus decoraciones cerámicas y de la utilización de oro y diamantes, que su colonia brasileña le proporcionaba.

En el siglo XVII se distingue la familia Tinoco, cuyos miembros más destacados son P. Nunes Tinoco - sacristía de Sta. Cruz de Coimbra (1626) y su hijo Joao Nunes Tinoco - seminario de Santarem (1676).

El mejor conjunto barroco se manifiesta el Aveiro. Ya en el siglo XVIII encontramos la figura de Joao Antunes, autor de la iglesia y del convento de Louriçal, de la sacristía de la catedral de Braga y de la iglesia de Barcelos. La influencia del barroco escenográfico está presente en la escalera de los Cinco Sentidos de la iglesia del Bom Jesus do Monte (1723-1774), cerca de Braga. El rey Juan V quiso parodiar el Escorial con la construcción en Mafra de un palacio-convento proyectado porJuvarra y dirigido por Federico Ludwig, un alemán formado en Italia. En Oporto Nicaulo Nasoni implantará el gusto tardo-barroco sintetizándolo en el carácter decorativista portugués y creando así un estilo carácter de correr y viste al portugués y de colores suaves patente en el palacio de Queluz. El terremoto del Lisboa de 1755 potenció la reconstrucción de la ciudad concebida por Carlos da Maia y realizada por Eugenio dos Santos, cuyo mejor ejemplo es la plaza del Comercio, que se abre a un urbanismo ortogonal.

La escultura barroca utiliza sobre todo la terracota y la madera en imágenes de culto y grandes retablos. Entre una gran cantidad de artistas secundarios destaca, en el siglo XVII Manuel Pereira, que trabajó en Madrid y en Burgos.

El conjunto más importante lo encontramos en el monasterio de Alocaba, con grandes estatuas de terracota, bustos, un relicario y un soberbio altar mayor asociado al maestro Pedro.
El siglo XVIII es mucho más fértil, ya que recibe influencias francesas e italianas a través de Giusti, quien formaba una escuela en Mafra con escultores portugueses tales como José de Almeida y Machado de Castro. En Évora encontramos a Joao Antonio de Padua, activo en la catedral, y en Braga la impronta de Bernini es patente en la iglesia de los jesuitas.

El conjunto ya citado de la escalera del Bom Jesús de Braga conserva bellas esculturas que junto a los belenes de la escuela de Mafra conforman el mejor arte escultórico del siglo XVIII
La pintura del siglo XVII no grandes nombres moviéndose entre un Tardomanierismo y un cierto Naturalismo, ambos dependientes del arte español. Entre una gran cantidad de autores desconocidos destacan Domingo Vieira, que recuerda al Greco y Josefa d'Ayala o de Obidos de origen sevillano, cercana a Zurbarán y autora de interesantes bodegones.

La estancia de Qilliard, discípulo de Watteau, en Portugal a partir de 1729, de Antoine Noel y sobre todo de Jean Pillement, derivará hacia el Rococó.

Mientras, lo italiano está presente en Francisco Vieira Portuense, Domingo Sequeira se inclinará al neoclasicismo.

Las artes del objeto reciben el doble influjo de los motivos orientales y atlánticos, principalmente holandeses e ingleses. El llamado estilo lusooriental amalgama modelos chinos, persas y japoneses, patentes en el mobiliario y en la cerámica. Durante el siglo XVII la influencia inglesa destacó en Oporto a la vez que en el mobiliario se hizo una versión portuguesa del estilo Chippendale y la orfebrería alcanzó justa fama.