|    Hemos 
                            acudido al Hogar del Transeúnte, en Torrelavega, 
                            donde nos recibió la hermana Amparo Morala, 
                            una de las monjas que viven en este centro y hacen 
                            todo lo necesario para que realmente sea un hogar. 
                          
                             
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                              El Hogar del 
                                  Transeúnte en Torrelavega.  | 
                             
                           
                           Amablemente nos contó que fue en el año 
                            1985 cuando se creó este centro, a través 
                            de Cáritas de la parroquia de la Asunción 
                            y con ayuda del Ayuntamiento de Torrelavega. Una de 
                            las monjas de entonces, que actualmente está 
                            en Pamplona, puso su empeño en que el centro 
                            no fuera un albergue, es decir un lugar en el que 
                            las personas estaban tres o cuatro días y … 
                            a la calle, algo muy frío. Se empeñó 
                            en que fuera un “hogar”, una familia en 
                            el que las personas que lo cuidan comen en la misma 
                            mesa con las personas que vienen, comparten todo e 
                            incluso juegan al parchís y “si hay que 
                            hacer trampas pues también se hacen, como en 
                            cualquier familia”. 
                          La hermana Amparo hizo especial hincapié en 
                            recalcar que era un HOGAR, que significa acoger a 
                            las personas que pasan por él, hablarlas, escucharlas 
                            y dar a todas ellas la oportunidad para que puedan 
                            rehacer su vida, bien sea por el alcohol, el juego, 
                            con problemas de infancia, familiares o de lo que 
                            fuere. En el hogar se les da un tiempo indefinido 
                            y, cuando encuentran un trabajo y ganan lo justo para 
                            poder buscarse una pensión, pasan el primer 
                            mes en el hogar y luego se van independizando poco 
                            a poco. Normalmente lo que ocurre es que no cobran 
                            mucho y no les alcanza para todo, si comen no cenan 
                            y si cenan no duermen, así que el hogar es 
                            para estas personas como su propia casa y van a comer 
                            o van a cenar y “si tienen algún problemilla” 
                            esta es como su segunda casa, se siente acogidos. 
                          En el hogar, nos cuenta Amparo, cuando llegan con 
                            el problema se intenta tratar. Por ejemplo, a quienes 
                            tienen problemas con el alcohol se les lleva a Alcohólicos 
                            Anónimos y, si empiezan a trabajar y ganan 
                            dinero, se les mantiene más tiempo en el hogar 
                            porque con dinero es más fácil que vuelvan 
                            a recaer y se les hace un seguimiento. Y es en este 
                            punto dónde la hermana vuelve a recalcar la 
                            diferencia con un albergue, dónde las personas 
                            están cuatro días, solo van a dormir, 
                            a partir de las seis de la mañana hasta las 
                            seis de la tarde están en la calle, y nos recalca 
                            lo difícil que es para estas personas estar 
                            todo el día por ahí. 
                          Respecto a la infraestructura, la hermana Amparo 
                            nos dice que en el centro hay treinta y cuatro camas, 
                            que unas veces se llenan y otras no. Nunca saben cuántos 
                            estarán, pero si no quedan camas se duerme 
                            en el taller, en la butacas, siempre es preferible 
                            esto a no tener un lugar donde dormir… Le gustaría 
                            tener unas casas mejores, no más grandes, pero 
                            sí dotados con medios más avanzados 
                            como informática. 
                          En septiembre de 2013 tuvieron un incendio que afectó 
                            a la parte del taller y a la sala de la televisión, 
                            pero inmediatamente llegaron los bomberos y por suerte 
                            no paso nada. 
                          La comida del hogar la paga el Ayuntamiento y cada 
                            día van a recogerla al Asilo San José 
                            de Torrelavega y los gastos de limpieza también 
                            son pagados por el Ayuntamiento. 
                          Las personas que llegan al hogar normalmente vienen 
                            con intención de pasar un solo día, 
                            “solo de paso”, pero casi siempre acaban 
                            pidiendo más tiempo, sobre todo si hay poca 
                            gente, puesto que el albergue les ofrece un trabajo 
                            ocupacional, que consiste en desarmar y volver a rehacer 
                            palés para la empresa Paruvi. El dinero, que 
                            la empresa paga por este trabajo, se utiliza para 
                            dar a las personas que viven en el hogar 40 euros 
                            semanales, 20 los lunes y 20 los jueves, para que 
                            puedan comprar sus pequeñas cosas y es una 
                            manera de no tenerles todo el día sin hacer 
                            nada. 
                            Hace unos años al hogar acudían voluntarios 
                            que enseñaban a dibujar, coser, planchar y 
                            era una forma de mantener ocupados a los residentes, 
                            pero actualmente ya no hay. 
                          El tiempo que no están en el taller suelen 
                            hacer manualidad que venden en un mercadillo que organizan 
                            todos los años. 
                          La hermana nos comenta que llegan personas de todas 
                            las clases sociales: ingenieros, el hijo de un embajador, 
                            comerciales… y los motivos por los que terminan 
                            en el hogar son muy diferentes, normalmente problemas 
                            de juego, problemas familiares, la droga, el alcohol… 
                            y , una vez que están tirados por ahí, 
                            acaban en el hogar. 
                          La hermana Amparo relata que las tres hermanas que 
                            están en el centro tienen que escuchar mucho, 
                            querer mucho… “pues un chico, que ha tenido 
                            muchos problemas familiares, de infancia… que 
                            no ha sido querido por sus padres, o que sus padres 
                            han sido alcohólicos,… ha tenido un gran 
                            vacío en su vida y… ese vacío 
                            la gente, no sabes el porqué, lo llena aquí, 
                            en nosotras, en nuestro cariño y se olvida 
                            un poco de lo malo”. 
                          Su labor y las de sus compañeras consiste 
                            simplemente en querer y escuchar, “a veces, 
                            incluso tienes que darles la razón aunque no 
                            la tengan porque ellos necesitan a alguien que les 
                            escuche, ya que si de entrada dices algo y ya la otra 
                            persona te está diciendo que es mentira pones 
                            una distancia, desconfías. La otra persona, 
                            aunque sepa que te miente, está buscando que 
                            tú te creas lo que él te dice”. 
                            A Amparo le costó mucho aceptarlo pero aprendió 
                            a querer a los transeúntes de su hogar con 
                            esa mentira, que ellos se sientan escuchados y queridos. 
                          La hermana Amparo nos contó que lo que más 
                            le llena de trabajar en el Hogar del Transeúnte 
                            es poder escuchar a estas personas, quererlas, dar 
                            a todas ellas una apertura en su vida y en su futuro 
                            y el hecho de sentirse “realizada” por 
                            poder ayudar y poder compensar con sus palabras esa 
                            falta de cariño que muchos han tenido desde 
                            su infancia y que llenan simplemente por sentirse 
                            escuchados y queridos. 
                          Desde muy joven la hermana Amparo estuvo en países 
                            del Tercer Mundo trabajando con los demás, 
                            al lado de los que sufren, de los que no tienen medios 
                            o viven con necesidades y siempre ha tenido muy claro 
                            que con estas personas se siente feliz y el Hogar 
                            del Transeúnte es su sitio. 
                             
                           
 
                            
                           
                          
                             
                               
                                    
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