Recientemente fue reabierto un pequeño tesoro
escondido en las profundidades de nuestra comunidad,
las cuevas de Altamira. Después de 12 años
cerradas por el deterioro que estaban sufriendo y
la presencia de microorganismos, han decidido darlas
a conocer de nuevo al público para no perder
el turismo y como experimento científico, analizando
los daños que le puedan causar los visitantes.
Lo especial
de estas cuevas son sus maravillosas pinturas rupestres
y, como no podían quitarle a la humanidad este
preciado regalo de nuestros antepasados, se puso en
marcha hace unos meses una iniciativa para, mediante
un sorteo, dar a cinco visitantes la oportunidad de
contemplar esta maravilla. Para saber más sobre
esta experiencia hablamos con Marta, una de las guías
que lleva trabajando en Altamira trece años.
Nos contó que una vez una
chica del sur dijo que la había encantado la
cueva, y que lo que más la emocionó
fue la pasión con la que enseñaban la
cueva los guías, y eso le hizo darse cuenta
de lo importante que era su trabajo. Para ella, lo
mejor es el trato con las personas. Enseñar
la cueva es apasionante e intenta que los visitantes
compartan su pasión al poder contemplarla.
"Me sentí muy orgullosa de que hubieran
pensado en mí para mostrar la cueva, siento
que formo parte de su historia" afirma con entusiasmo.
Le preguntamos qué le parecía
que su lugar de trabajo hubiera sido nombrado Patrimonio
de la Humanidad y nos contó que era algo indispensable,
ya que para ella las pinturas no son unas corrientes
sino que es la forma que tenían aquellas personas
de plasmar su forma de vida, sus ideas y pensamientos.
Al entrar en la famosa Sala de Polícromos,
se agradece el silencio para poder disfrutar de esos
escasos 37 minutos que dura la visita. Además,
sus pinturas te permiten saber fácilmente qué
querían expresar, por lo que Marta nos añade
que en esa sala no es muy necesaria su explicación.
Pero esta maravilla, como todos y
cada uno de nosotros, envejece. Y por eso debemos
cuidarla siguiendo una serie de pasos obligatorios
para entrar, como cubrir tanto el cuerpo como los
zapatos con un buzo y unos escarpines, llevar una
mascarilla, no apoyarse ni tocar la pared... ya que
se realizan una serie de controles de humedad, temperatura,
etc debido a que cualquier pequeño microorganismo
que traiga la gente con ellos puede afectar a la cueva.
Y no olvidemos que esta oportunidad sigue siendo una
investigación científica.
Por muy difícil que pueda
parecer visitar la cueva en estas condiciones, nos
afirma que sigue siendo muy cómoda de visitar;
todos llevan una linterna frontal para iluminar su
camino y ella lleva una linterna en la mano para alumbrar
las pinturas. Además, el camino no es resbaladizo
y el techo es alto, por lo que es fácil cuidar
de las cuevas.
De Marta nos quedamos con esta
frase: "Para mí es una maravilla, nunca
me cansaré de ver las pinturas, sin duda es
una obra maestra". Sobran las palabras para decir
que merece la pena probar fortuna para poder contemplar
esta obra del Paleolítico.

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