Nuestra
historia comienza no hace mucho en la ciudad de Nueva
York. Y tiene lugar en una familia pequeña,
con cada vez más problemas económicos,
formada por José, el padre; Claire, la madre
y Alice, la hija.
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Las paredes
estaban cubiertas de diamantes como este. |
Era miércoles y, como casi siempre,
Alice llegaba tarde a la escuela. Y las dos últimas
semanas más aún, pues varias de las
calles por las que solía pasar para ir estaban
en obras y se veía obligada a recurrir a otros
caminos que hacían su trayecto más largo.
Alice corría por las abarrotadas calles entre
empujones y pisotones. Se paró un segundo a
comprobar la hora. Era tardísimo y sabía
que si volvía a llegar tarde no la dejarían
entrar en clase. Así que, sin pensarlo mucho,
se dispuso a cruzar las obras de las calles por las
que normalmente solía pasar, alejándose
así del alboroto de la hora punta y adentrándose
a su vez en los ruidos que producían los obreros
y sus herramientas. La niña no pudo evitar
las riñas de los obreros que la veían.
Alice echó a correr, camuflándose entre
andamios y tuberías variadas. Seguía
corriendo, no quería ni imaginarse qué
hora sería ya. Se dispuso a mirar el reloj.
Pero de repente...
Alice se encontró
tumbada en un charco de barro, esperó unos
minutos allí tumbada hasta reincorporarse del
todo. Una vez hecho se sentó e intentó
tranquilizarse.
- A ver, iba corriendo porque llegaba tarde; fui a
la calle que estaba en obras, me detuve a mirar la
hora y... - repasaba Alice en voz baja.
La niña se
dispuso a comprobar el reloj, debía de haber
estado allí tumbada por lo menos veinte minutos.
Se encontraba en una especie de túnel levemente
iluminado por la luz del exterior, levantó
la mirada y vio un gran círculo que daba al
exterior. Era una alcantarilla. Todo cuadraba.
- Me he caído por una alcantarilla... - repetía
Alice para sus adentros- Y ahora, a ver cómo
se sale de esta pocilga...
Alice intentó
buscar algo que le indicara cómo subir o que
por lo menos le diera la más mínima
ayuda.
"Bueno, a menos
de unos de cincuenta metros de aquí están
arreglando unas tuberías así que...
simplemente tengo que ir hacia allí"-
pensó Alice girando la cabeza hacia la derecha-
"O tal vez tenga que ir hacia allá"-
volvió a pensar girando la cabeza hacia la
izquierda esta vez.
La niña se
dispuso a caminar en dirección este. Cada vez
estaba más oscuro todo y más en silencio;
llegó un momento en el que solo se oían
sus pisadas. Fue en ese momento cuando Alice dedujo
que sería mejor dirigirse a la otra dirección.
Tras caminar quince minutos se volvió a encontrar
en el punto de partida. Una vez allí le pareció
más coherente gritar pidiendo ayuda, pero tras
un largo rato asumió que nadie la oía
y continuó en la otra dirección.
Durante el trayecto
en dirección oeste pudo comprobar cómo
sin apenas darse cuenta llevaba ya un rato caminando
cuesta abajo. Cuando se disponía a regresar
al punto de partida ya por segunda vez para pensar
en otro plan, oyó un zumbido. Pensando que
debía de provenir de alguna de las máquinas
de los obreros echó a correr. Pero no era así.
El camino terminaba en una pequeña puerta tapada
con tablones. El zumbido era más fuerte así
que, arriesgándose, quitó los tablones
y se dispuso a pasar al otro lado.
La niña nunca
se hubiera imaginado lo que se encontró al
otro lado, pues parecía imposible. Alice se
encontraba en medio de una gran sala llena de máquinas
que nunca había visto. Las paredes estaban
cubiertas de pequeñas piedrecitas brillantes.
- ¡Una mina
de diamantes!- exclamó y por un momento se
olvidó de su situación.
Alice vio en un caldero varias de esas piedrecitas
y, en efecto, pudo comprobar, que se trataba de diamantes.
La niña se guardó un montoncito de esas
piedras en el bolsillo y siguió observando
detenidamente el lugar.
- ¡Esto parece
de película!- exclamó Alice y acto seguido
pensó- Si esto es una mina tiene que haber
una salida al exterior.
Y en efecto había
un pequeño túnel en dirección
al exterior. Alice no dudó en subirlo ni un
momento. Cuando estuvo arriba empujó con todas
sus fuerzas una plancha de metal y por fin estaba
fuera. Habiendo entrado del mismo modo por el que
había salido, mediante alcantarillas, intentó
averiguar dónde se encontraba. Estaba literalmente
en un callejón sin salida. Se dispuso a entrar
en otra calle y rápidamente se situó.
Estaba solamente a dos manzanas de su casa, así
que echó a correr, eso sí, mirando bien
al suelo. Todavía seguía en shock y
todo lo que había vivido le parecía
irreal, pero decidió centrarse en cómo
explicaría lo sucia que estaba.
Ya en el ascensor
de su casa miró el reloj. Tendría que
haber llegado a casa hace una hora. Cuando su madre
abrió la puerta, comprobó por su mirada
que no estaba nada contenta.
- ¿Qué?
¿De dónde vienes así de manchada?
¡Y qué horas son estas de aparecer por
casa!- la riñó su madre- Estábamos
preocupadísimos ¡José, Alice ha
llegado!
- Antes de que te
enfades, he tardado en llegar porque tenía
que ir a la biblioteca a por una cosa y al salir un
coche me salpicó- dijo Alice como excusa.
- Bueno, de momento
vete a ducharte y come rapidísimo, que vas
a llegar tarde a la escuela. ¡Cómo puedes
traer así de manchada la ropa! ¡Vamos
a tener que hablar muy seriamente!- dijo su madre
finalmente.
La niña muy
obediente se duchó, se cambió de ropa
y comió. Cuando se disponía a marcharse
le preguntó a su madre:
- ¿Puedo volver
esta tarde a la biblioteca? Es que me falta buscar
una cosa.
- Bueno... Pero no tardes.- dijo con mala cara Claire.
Al salir de la escuela
Alice fue directamente a la biblioteca, quería
investigar sobre la existencia de minas de diamantes
subterráneas en Nueva York. Había varias
noticias, pero la que más concordaba era una
que decía: "Se descubre mina secreta de
diamantes en Nueva York. En esta mina de Manhattan
se explotaba a niños. Estaba dirigida por un
traficante inglés buscado por la policía.
La mina se conocía como La Ciudad de Diamante".
Esa noticia tenía
fecha del 16 de abril de 1956. Había otra noticia
relacionada en mayo del mismo año: "Se
desestima el caso del traficante inglés. Ni
los policías ni el juez quieren revelar información
y se cree que ha podido haber un soborno". A
Alice le sorprendió que no se le diera más
importancia a esta noticia, ya que solo aparecía
en un único periódico. Decidió
fotocopiar ambas noticias y llevarlas a casa.
Cuando Alice llegó
a casa se encontró a su padre y a su madre
discutiendo:
- ¡Se nos ha
vuelto a romper la lavadora! ¡Y no sé
con qué dinero vamos a arreglarla!- contaba
preocupada la madre.
- ¡Y qué
quieres que haga yo! Hago lo que puedo por encontrar
trabajo- agregaba su padre.– Bueno, lo que está
claro es que sin lavadora no podemos estar, así
que llamaré al técnico. Ya veremos cómo
lo pagamos.
Alice decidió
pasar sin hacer ruido. Ya en su cuarto se puso a pensar
qué hacer. - Si se lo digo a mis padres no
me creerán, ni yo misma me lo creería.
Dirán que lo hago para llamar la atención...
Pero puede que si se lo digo a la policía directamente
ellos me crean. Tendría que llevar los artículos
del periódico...-Y así ella misma se
iba convenciendo para decírselo a la policía.-
Pero, ¿y de qué serviría eso?
Probablemente ese traficante inglés esté
ya muerto, pero lo correcto es decírselo.
Así, la niña
se dirigió hacia la comisaría más
cercana mientras sus padres seguían en medio
de esa disputa.
Cuando contó
todo, la policía al principio no la creía,
pero finalmente se fue a comprobar y se vio que estaba
en lo cierto. Tras este descubrimiento, la policía
se centró en averiguar por qué se desestimó
el caso y qué fue de todos los implicados.
- Y entonces, ¿qué
pasará con todas esas piedras?– preguntó
Alice al jefe de policía.
- Bueno, de momento forman parte de la investigación
pero, cuando la investigación esté resuelta,
se repartirán en partes iguales e irán
a parar a los niños que trabajaron explotados
aquí durante tanto tiempo. Es una nueva ley
que ha entrado en vigor recientemente- respondió
jubiloso.
Alice sintió
una sensación de alivio en su interior al saber
que esas piedras preciosas no se quedarían
olvidadas o como pruebas de la investigación
para siempre.
Al llegar a casa
se encontró a su madre llorando y a su padre
abrazándola. Alice no puedo evitar preocuparse.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó.
- Algo maravilloso– respondió su padre-
La lavadora se ha atascado porque había diamantes
en su interior. El técnico nos ha dicho que
los diamantes se han debido de caer de unos pendientes
o una pulsera que metimos sin querer en la lavadora-
Alice nunca había visto a sus padres sonreír
tanto.
- ¡Qué bien!- respondió sonriente
Alice, mientras recordaba aquel puñado de diamantes
que cogió en la mina- Bueno, me voy a dormir
que estoy cansadísima.
Aquella noche Alice
no se preocupó de contarles a sus padres todo
lo que había vivido, ya se enterarían
mañana...

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