|   Epifanio 
                            Fernández se convierte en el último 
                            rostro de las consecuencias medioambientales de las 
                            actividades mineras y de extracción de agua 
                            en Cantabria. 
                               
                            
                               
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                                 El concejal 
                                    regionalista Jesús Sánchez, 
                                    vecino del pueblo de Torres, muestra el gran 
                                    embalse de agua que se formó tras el 
                                    cierre de la mina en 2003./ SANE   | 
                               
                             
                           
                           El 26 de noviembre de 2010, el Ayuntamiento de Polanco 
                            exigía a la empresa Solvay una acción 
                            rápida para paliar los daños provocados 
                            a los vecinos por los hundimientos de terrenos en 
                            el municipio. La empresa química llevaba décadas 
                            extrayendo sal para sus procesos industriales en la 
                            zona de Posadillo. En esa fecha, los escapes de aguas 
                            de algunos pozos de sondeo y la fractura del terreno 
                            se habían convertido en un problema grave que 
                            llevó al teniente de alcalde, Luis Barrero, 
                            a intervenir. Empresa e instituciones llegaron posteriormente 
                            a un acuerdo y Solvay reparó los desperfectos 
                            y se comprometió a informar periódicamente 
                            al Ayuntamiento y a la Dirección General de 
                            Industria de los estudios sobre el comportamiento 
                            del terreno. Pese a todo, Cesareo Lavín había 
                            perdido su casa. 
                          Desde 1992, un estudio del Ministerio de Obras Públicas 
                            alertaba que los hundimientos reiterados en el Valle 
                            de Camargo estaban provocados por las extracciones 
                            de agua de los pozos de la zona. Extracciones que 
                            han ido aumentando desde 2003, para abastecer al municipio 
                            y a diversas actividades mineras. De poco han servido 
                            los informes técnicos del Instituto Geológico, 
                            de la Confederación Hidrográfica del 
                            Norte o del Gobierno autónomo. En una zona 
                            caliza, de relieve cárstico, la extracción 
                            continuada y desmedida vacía grandes oquedades 
                            que ceden, arrastrando casas, animales y personas. 
                            Mª Jesús Diego pone cara a una asociación 
                            de un centenar de perjudicados y 53 viviendas afectadas 
                            que el pasado 16 de abril denunciaba los incumplimientos 
                            medioambientales aprobados por la Administración, 
                            puesto que nos enfrentamos, como nos explica Mª 
                            Jesús, "a un problema del territorio provocado 
                            por la acción del hombre, no a un problema 
                            individual fruto de la mala suerte". 
                          Tras una sentencia firme, que condena a la Administración 
                            regional y al CHN, lo único que se ha conseguido 
                            es el desalojo de varias viviendas. Pero el proceso 
                            continúa. El subsuelo está formado por 
                            arcillas arenosas que rellenan las cavidades calizas. 
                            La presión y el soporte lo realizan los acuíferos, 
                            el vaciado de estos está derrumbando el valle, 
                            transformando el paisaje y con él la vida de 
                            decenas de familias. 
                          En 2012, un informe técnico elaborado por 
                            el Centro de Investigación del Medio Ambiente 
                            (CIMA) de Torrelavega demuestra la relación 
                            entre las continuas filtraciones de agua en las casas 
                            del barrio torrelaveguense de La Turbera y la progresiva 
                            inundación de la mina de Azsa en Reocin, cerrada 
                            desde hace nueve años. "Es como vivir 
                            sobre un manantial, el agua brota, se cuela en nuestras 
                            casas y estropea todo lo que sea eléctrico". 
                            Lo dice desesperado Epifanio Fernández, de 
                            69 años, uno de los vecinos más afectados 
                            y que cada día recibe en su casa a periodistas, 
                            técnicos, geólogos y políticos 
                            sin que nadie le dé solución. "Esto 
                            era una mina grandísima, bombeaban continuamente 
                            el agua de las galerías y todo estaba bien. 
                            Pero desde que cerraron la mina solo hay unas pocas 
                            bombas de achique, la mina se ha inundado y el río 
                            no es capaza de coger tanta agua; es como un vaso 
                            que se desborda, y yo estoy en el borde del vaso". 
                          Varias obras de emergencia para la consolidación 
                            de suelo no han surtido efecto (entre ellas un canal 
                            de drenaje de cuatro metros de profundidad). Incluso 
                            el alcalde, Ildefonso Calderón, ha solicitado 
                            un informe a la Universidad para intentar comprender 
                            la causa y el remedio. Lo que muchos ven claro, entre 
                            ellos los movimientos vecinales, es la relación 
                            entre la mina y las filtraciones y, sobre todo, la 
                            falta de un estudio que hubiera previsto esta situación 
                            antes del cierre. 
                          Pese a que existe un plan de restauración 
                            de la mina y relación causa-efecto es cada 
                            vez más clara, la compañía ha 
                            rechazado cualquier responsabilidad. Y el arquitecto 
                            municipal, José Luis Esteban Gavín, 
                            determinaba que la Administración carecía 
                            de responsabilidad y desestimaba la petición 
                            de los vecinos de acometer obras de estudio y refuerzo 
                            de las cimentaciones, muy minadas por estos meses 
                            de inundación continua, en un informe de 8 
                            de febrero al que tuvimos acceso. 
                          El alcalde, sin embargo ha manifestado reiteradamente 
                            que "todo apunta a una relación directa 
                            entre las filtraciones de agua en La Turbera (por 
                            ejemplo el alto contenido en zinc del área 
                            filtrada) y el cierre de la explotación minera, 
                            por lo que se que requiere la intervención 
                            de los organismos públicos y una mayor efectividad 
                            del plan de restauración de la mina". 
                          Todo ello nos desvela un peligro latente en el subsuelo 
                            y una cierta falta de previsión y capacidad 
                            de intervención de las empresas y las administraciones. 
                            Mientras, Epifanio, con su casa cercada por el agua 
                            y a pocos metros de una central eléctrica de 
                            Eon, se desespera. "No sé cuánto 
                            hace que no puedo dormir una noche, sin estar alerta 
                            de un derrumbe o de un incendio en la central. Inquieto, 
                            sintiendo el peligro bajo sus pies. 
                           
                           
                           
                           
                            
                           
                          
                             
                               
                                    
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