¿Has sentido alguna vez el vértigo
de la página en blanco? Pués, siéntate ante
el ordenador y contempla la pantalla vacía. Mira el teclado,
tan ordenadito él y con el abecedario completo encerrado
en sus teclas. ¿Que no se te ocurre nada? Piensa, piensa,
piensa...
Quizás necesites un empujón de inspiración.
Prueba a leer el relato que para todos vosotros ha preparado
el escritor cántabro Alejandro Gándara.
¿Y ahora se te ocurre algo? Intenta continuar la historia
y participa en El Culebrón. De entre todas las colaboraciones
recibidas se escogerá una, pórque no la tuya, que
servirá para proseguir el relato. Y así, poco a
poco, con la colaboración de todos, iremos dando cuerpo
a una historia completa, colectiva y plural.
Pero todavía hay más. Aquellos de vosotros que
gustéis más de la imagen que de la palabra también
tenéis la oportunidad de participar. Pretendemos lograr
que cada capítulo de El Culebrón que se publique
aparezca acompañado de una ilustración en el número
siguiente de la Revista. Así que a leer y a dibujar. Para
que El Culebrón nos salga redondo.
No volveremos a ver
a Celina
Por
ALEJANDRO GÁNDARA
Capítulo 1.
- No la encontraremos. Algo me dice que no volveremos a ver
a Celina.
- Tranquilízate, Martín -contestó Quini
sin mirarme- sólo hace día y medio que no sabemos
nada. A ella le gustan estas cosas. ¿Qué tal tus
padres?
Desde el faro, las aguas oscuras se extendían hasta una
línea roja del horizonte. Las luces de la bahía
parpadeaban como señales.
- Mi padre está muy callado. Mi madre va de un lado a
otro, hace llamadas telefónicas y, a veces, se nos queda
mirando como si nosotros supiéramos algo que no queremos
decirle.
Nos habíamos parado. Mirábamos el paisaje. En realidad,
no sabíamos dónde ir ahora. Iba a comenzar la segunda
noche de búsqueda. Era cierto que a Celina le gustaba
hacerse notar y que tenía recursos para ello. De lo más
variados. Pero siempre lo hacía de forma que todos se
daban cuenta de lo que estaba haciendo. De repente, pensé
que estábamos mirando al mar como si hubiera una posibilidad
de que Celina estuviera dentro. Di media vuelta y observé
el camino que bajaba entre los árboles.
- Esta mañana pasé por la tienda al salir del instituto
-dije sin pensar por qué me había puesto a contar
eso-. Un hombre con una cara de tártaro estaba hablando
con mi padre en uno de los mostradores. Había bastante
gente y mucho ruido. Iba a acercarme, pero mi padre me hizo una
señal. Entendí que el tártaro decía:
"siempre hay que pagar". Después me dieron la
mano. Debía ser un antiguo amigo de mi padre o alguien
conocido de los viajes al extranjero.
- ¿Te pareció raro?
- No, qué va. No es por esto. No sé.
EL AUTOR
Alejandro Gándara nació en Santander en 1957.
Estudió el bachillerato en Ciudad Rodrigo (Salamanca)
En 1984 publicó "La Media Distancia" (Premio
Prensa Canaria de novela), a la que siguió "Punto
de Fuga", "La Sombra del Arquero" y "Ciegas
Esperanzas" (Premio Nadal 1992), que se han traducido al
inglés, sueco, alemán y checo.
Es autor de tres novelas de narrativa juvenil.
Fue profesor de Ciencias Políticas en la
Universidad Complutense, Investigador del British Museum de Londres
sobre los isabelinos ingleses y responsable del Suplemento de
Libros de El País.
En la actualidad es director de la Escuela de Letras de Madrid.
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